Delante de un lago, una mujer pensaba en su vida.
No estaba sola. Con ella estaba su perro. Su amigo fiel y cómplice de sus lágrimas. Llamase Carolina. Tiene hoy 86 años y una vida entera para acordar.
Yo soy un viejo amigo della y voy les contar la historia de Carolina. Una mujer, cuya educación no ha venido de cuna, cuya piele arrugada conta demasiadas historias de sufrimento y dolor. Pero también, una mujer que a pesar de todo lo que pasó, tube capacidad para amar y perdonar como a nadie.
Carolina Pignar, conocida por lo todos como Doña Carol. Y cariñosamente por "Nuestra Señora Carol", o solo "nuestra Carol". Llegó a la ciudad de Mayerland con diez años de edad y hablava poco y con miedo. No conocia a nadie todavia y no tenia muchas informaciones familiares para contar.
En aquél día, usaba un vestido blanco con unas flores pequeñas y rojas, calzaba un zapato de la época también blanco, pero este barnizado y limpio. Parecia salida de un libro de cuento de hadas. Con sus cabellos rubios de brillo dorados, miraba para todos con curiosidad y amistad. No parecia tener hambre ni necesidades, pero deambulaba solita de un lado para el otro, como si estubiera a procura de algo que no encontraba.
Cuando la vi, imaginé que estubiese perdida y me encaminé para ella piensando en le ofrecer ayuda.
- ¡Holá! ¿Estás sola? ¿Dónde están sus padres? – Pregunté yo amablemente.
Carolina no contestó y yo miré una vez más para todos los lados para tener la certeza que alguien estubiera a su procura. No lo vi a nadie preocupado y nadie imaginó que yo no era su verdadero acompañante. Es natural que las personas hubiesen piensado que yo seria el abuelo de la pequeña Carolina, y han dado poca importancia a nuestra presencia.
- ¿Quieres un chocolate? ¿Le gustaria de masticar una grand y deliciosa barra?. – Pregunté.
Carolina dije que sí y seguióme inocentemente para dentro de una loja que estaba cercana. Le habia comprado así, un grande chocolate envasado en papel rojo y le dijera que iba combinar con su ropa y zapatito. Ella sonréio divertida y abrió el envase con cuidado para que en el final pudiera guardar el papel como recuerdo. Ella me habia dicho que tenia la mania de guardar todo lo que consideraba impuertante.
Bueno, no piensen vosotros que soy yo algun pedófilo. No. Me encanté de la pequeña cuando la habia visto. Tan bonita como un ángel. A mi me gusta los niños y no tenia capacidad para tratarlos mal. Lo que quiero yo, es contarles la historia de esa niña en especial que se llama Carolina, sin embargo hoy es una señora.
O meu pensamento
Hace 8 años
1 comentario:
Holla, amiga.
Ahora soy yo la que passo por tua casa.
Deberias poner en est blog, todas las entradas de la cuidd.
Yo tambien lo deseo un fuert abrazo.
Besito, gracias.
Regina Coeli.
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